sábado, 1 de diciembre de 2007

FÁBULA Y RUEDA DE LOS TRES POETAS



Este es otro poema de colaboración para Ramón García Mateos en el homenaje que preparó el año 2000 a José Agustín Goytisolo.
El libro en el que apareció fue Tempestades de amor contra los cielos. Homenaje a
José Agustín Goytisolo
. Ed. Trujal, Pliegos de poesía, 5, Cambrils 2000, págs. 44-47.
En él utilizo como fondo "Fábula y rueda de los tres amigos",Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca. Es de tono elegiaco, enlazo tres muertes que me conmovieron en aquella época (finales de 1998-principios de 1999): la de Joan Brossa, mi hermano José Antonio y la de José Agustín Goytisolo. Ya no podemos volver atrás porque la vida nos empuja...
Verrà la morte
e avrà i tuoi occhi

CESARE PAVESE

Joan,
José Agustín,
José Antonio,
están los tres helados:
Joan por el mundo de las volteretas y los andamios;
José Agustín por el mundo de las ventanas y los cigarros;
José Antonio por el mundo de las arterias y los cuadros.

José Antonio,
José Agustín,
Joan,
están los tres quemados:
José Antonio por el éter hospitalario;
José Agustín por la agria rebeldía;
Joan por el mundo de las letras sobre periódicos arrugados.

José Antonio,
José Agustín,
Joan,
están los tres enterrados:
José Antonio bajo un lienzo almidonado;
José Agustín bajo un alud de amistosas guirnaldas;
Joan en la ceniza, sobre el mar y en los colgadores de las nubes.

José Antonio,
José Agustín,
Joan,
fueron los tres en mi tiempo,
tres golpes inesperados,
tres noches con laberintos,
tres paisajes de Barcelona
de los que no pude parar su frenesí atávico.

Uno
y uno
y uno,
fueron los tres congelados,
por las aves del invierno,
fueron ríos de tinta,
dos tuvieron su vertiente sobre la mañana de la ciudad,
uno sobre la ladera de mi motor,
ocaso breve en mis ojos y ancla para siempre,
mientras el tiempo se emborracha de punzante olvido.

Tres
y dos
y uno,
los vi adentrarse en la selva oscura
de los últimos tejidos,
por tres torrentes de sangre,
fueron en mi rostro y en mis manos
dolor de inercia de la noria,
en mi pecho lastre y amarre de los días,
anticipo de nuestra muerte en sucesivas heridas.

Yo navegaba hasta entonces con la insignia de la risa
y abrevaba en el pilón de lo ambiguo.

Calostro desatado en las nubes de su agonía,
lluvia, que salitrosa, nos mojaba de sequía y dolor.

José Antonio,
José Agustín,
Joan.

La vida no es noble, ni bella, ni sagrada,
tiene valles en los que apacenta el rebaño de la nada.
Pudo la piedra blanca caer sobre la piedra negra
y ser tres días en Barcelona de los que ya se tenía el recuerdo.

Se hundieron sus voces de tinta
entre el crepúsculo de los ladrillos y el aire,
comprendí que era un árbol talado.
Recorrieron los alquitranes y tanatorios y los andamios y los tejados,
quedaron a la deriva los pecios de sus despojos.

No me buscaron
¿No me supieron?
No. No me supieron.

Se encontró el ámbar huyendo de la noche boca arriba,
y las aceras lloraron
un incomprensible
tobogán
de zapatos
ausentes.

Tomás Camacho Molina, Alcanar 2000

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